La redención de El Reverendo. Cuando Brian Warner (Marilyn Manson) anunció con bombos y platillos los primeros preparativos para plasmar el sucesor del incomprendido “Eat Me Drink Me”, en noviembre del 2007, los dardos fueron lanzados hacia distintos tableros. Especulaciones próximas a eventuales colaboraciones de las más diversas líneas artísticas, no se hicieron esperar.
Por aquellos días, nombres como Kerry King, James Iha y Nick Zinder (Yeah Yeah Yeahs) se rumoreaban como cómplices de Manson para la composición del repertorio, pero todo se esfumaría, en poco tiempo, con la sorpresiva confirmación del retorno del hijo pródigo y otrora motor rítmico de la banda, Twiggy Ramirez. ¿Hacia que lado apuntaban los vaticinios tras esta noticia? Claramente, las fichas se abalanzaban a una vuelta al crudo menú de “Antichrist Superstar”, teoría que tras degustar este séptimo cuadro de Manson y compañía, se esfuma en unos pocos minutos de escucha.“Eat Me Drink Me” fue sufrimiento en exceso. Para la gran mayoría, una muestra demasiado esquemática y lúgubre, cuyo sustento estelar consistía en un set de medios tiempos adornados en tediosas autorreferencias. Los épicos días de “Holly Wood (In The Shadow Of The Valley Of Death)” (para un segmento no menor, el último gran disco de la banda), se veían demasiado lejanos.
“The High End Of Low” enriela a Marilyn Manson dentro de un puzzle estilístico que retoma, por varios pasajes, su aprendizaje noventero. En efecto, ‘Devou’ mira por el espejo de sus episodios pretéritos, pero con mayor vínculo a los días de mayor claridad melódica de “Mechanical Animals”, período en que El Reverendo adoptaba un rol andrógino, muy influenciado por David Bowie y su Ziggy Stardust.
‘Pretty As a Swastika’ brinda un oasis necesario para esos adherentes que ven todavía en los siniestros días metálico-industriales de “Antichrist Superstar” un hito esencial. El reencuentro con las divisiones inferiores glam rock, de escueta presencia en “Eat Me Drink Me”, acá se ensañan en ‘Leave A Scar’ y ‘Blank And White’, ambas creaciones portantes de una explícita cepa de single.
Degustar ‘Four Rusted Houses’ es otra punta de lanza para regocijarse y bendecir la vuelta de Ramirez. Sorprendente himno acústico, acorazado en una pantanosa entrada blusera y descollantes pasajes acústicos, es el testimonio fidedigno para afirmar la teoría que la llegada de Twiggy le ha dado a Manson la motivación y empuje para volver a concretar grandes discos de rock. Los excesos de loops (en gran parte aportados por el despedido Tim Skold) parecen haber quedado en el baúl de los recuerdos.
A puridad, toda la plebe de seguidores y el mismo MM, reconoce en Trent Reznor a un sumo pontífice que precipitó la ebullición del fenómeno. Es por esto, que tal como en los novicios años de ‘Portrait of an American Family’, la enseñanza de Nine Inch Nails nuevamente surge, esta vez en el hit radial, ‘We´re From America’ y en especial ‘WOW’, remitente puritano de los beats psicóticos de los firmantes de ‘Closer’.
‘Into The Fire’ es una pieza casi funeraria y lejos una de las joyas del opus. Emotiva entrada de piano para dar consistencia a una balada hecha para acompañar el trajín de la taberna más subterránea. ‘15’ baja el telón, apoyada en bases electrónicas que evocan a las pistas más ambient de “Mechanical Animals”, pero estructuradas en una mirada que mira el autoplagio con recelo y se nivela con un toque contemporáneo.
Marilyn Manson vuelve a la senda del sublime imaginario creativo. “The High End Of Low” deja la languidez en el olvido y funde los cuadros desaliñados con una pieza de rock rebosante en vitalidad. Los fantasmas han sido exorcizados. Digno de celebrar.
Por Francisco Reinoso Baltar
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