jueves, 28 de febrero de 2008
Comentario sobre libro La larga huida del infierno de Marilyn Manson
Si alguna vez se ha comprado un libro de Erich Fromm, un manual de "autoayuda" tipo Tus zonas erróneas o uno de esos libretos vagamente esperanzadores de psicología humanística para mejorar su vida, o incluso algún libro del método Carnegie para "influenciar en la gente y hacer amigos", ya pude tirarlos a la basura e irse a comprar un ejemplar de este libro. Porque esta es la historia (verdadera o no) de un freak confeso que ha llegado a la fama, la riqueza y a influenciar a miles de persona comportándose como un perfecto idiota en muchas ocasiones sin sentir demasiada responsabilidad por nada y por nadie… y precisamente por eso tiene su mérito. Incluso los momentos más amorales son morales en este libro, porque la enseñanza en esos casos es clara: "dale a un lowlifer un poco de poder y abusará de él", pero nadie puede denunciar ese abuso porque ese poder se le ha dado tácitamente, hay gente que simplemente cede su voluntad… y entonces es cuando esa idea llamada Marilyn Manson se encarna a la perfección.El de Marilyn Manson no es un caso excepcional, ni siquiera un caso novedoso. Es simplemente un ejemplo de "es un trabajo sucio, pero alguien tiene que hacerlo". Ser un agente provocador dentro del sistema de la posmodernidad es muy difícil, ya que la principal característica de este sistema es su tremenda capacidad para fagocitar cualquier fenómeno, asimilarlo y volverlo a vender.Sin embargo un tío llamado Brian Warner ha logrado encontrar un nicho precisamente gracias a esa característica e incluso fabricarse una imagen a medida con ese nicho. Después de todo, la estrategia de esa imagen, Marilyn Manson, es la fagocitación de los elementos más estúpidos de ese mismo sistema y devolvérselos pervertidos ("pervertidos" de otra manera, claro está): como apropiarse de la imagen de la bruja mala en El mago de Oz para dar sermones a los niños por la televisión, parodiar al Papa o a la Virgen o suplantar a David Bowie y crear un trasunto de Kennedy o la muñeca Barbie. De acuerdo con esta imagen, hay que entender que este libro no es una biografía. Ni siquiera pretende ser objetivo aunque adopte a veces el formato de diario íntimo, de transcripción de entrevista o libro de memorias. La verdad, para el que quiera verla detrás de las mistificaciones, invenciones y perversiones, es que éste es el libro de una idea, una idea que toma un nombre compuesto de un icono cinematográfico y de un hombre cuyo apellido se convirtió en sinónimo de pesadilla. Cualquiera puede hablar de la dicotomía implícita en esta nomenclatura, que extiende a otros miembros de la banda (Twiggy Ramirez, por ejemplo). Lo interesante es cuando el propio creador de la idea se queda perplejo ante su obra: la gente le pregunta siempre por las connotaciones de Manson, pero nadie jamás le pregunta nada acerca de Marilyn.Éste mismo sistema de obviar una parte explícita de un sistema dicotómico se aplica a este libro. Éste es un libro de Manson en el que no hay nada de Marilyn, aunque el irónico narrador reconozca que algo debe haber, en caso contrario la dualidad no funcionaría. Así que lo que hay detrás de la idea queda expuesto al menos en parte, ideológicamente ya que no biográficamente: un batido de cultura pop americana, la divina comedia de Dante, dibujos animados, anatomía, series de televisión, Nietzsche para adolescentes marginados, Disneyworld, Aleyster Crowley y algún que otro guiño circunstancial a Darwin, por ejemplo. Lo que tienen en común los nombres propios antes mencionados es evidente: todos ellos han sido sinónimo de perversidad para algún colectivo o han sido asociados, de una u otra manera, con la perversidad o su castigo, al igual que pretende serlo la idea tras este libro para los tiempos que corren.Teniendo esto como base teórica, el capítulo más revelador y esclarecedor no es ninguno relacionado con la infancia o juventud del creador de Marilyn Manson, sino un simple capítulo que describe el encuentro entre la encarnación de esa idea y Anton LaVey, fundador y sumo sacerdote de la Iglesia de Satán. La figura de LaVey es casi tan icónica ahora entre determinados círculos como lo fue la de Crowley durante la mayor parte del siglo XX. Lo interesante es lo que describe ese narrador usando la impresión de la primera persona: una personalidad predeciblemente magnética para ese narrador, un manipulador consumando, ególatra y un hábil falseador de la historia. Lo divertido es ese juego de espejos, es ver el reflejo en el reflejo y entender que la descripción de LaVey y sus artes se ajusta perfectamente a la personalidad, la idea, descrita en este libro
Por supuesto, el que esperara objetividad mejor haría en leer otra clase de libro. Éste es uno especialmente diseñado para sacudir al lector; el material básico de este libro es el escándalo consciente, la reunión de anécdotas y situaciones para complacer al fan, que se recrea en la perversidad que espera, y enfurecer al moralista, que también se recrea en esa misma perversidad. A uno le da la impresión de que, pese a todo, el personaje de este libro se ríe de ambos, de esa manera absolutamente crowleiana en la que el artífice se recrea, a su vez, en ver como sus aciones provocan reacciones, de manera que tanto su partidario como su detractor quedan sujetos a su acto de voluntad.Así que, volviendo al principio, éste es un libro no sobre una persona, sino sobre el éxito de una idea y sobre el lugar de esa idea en particular en la cadena alimenticia de la cultura americana; un anti-manual del éxito que intenta atentar contra y cumplir al mismo tiempo las expectativas del lector. Un tratado sobre el arte del disfraz y de lo que pasa cuando se permite que una criatura imaginaria llamada Marilyn Manson tome cuerpo gracias al acto inconsciente de los receptores de esa idea.
Fuente: Archivo de Nessus
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