Marilyn Manson es más interesante como personaje que como artista. Lo anterior no es dicho en demérito del rockero (más que rockero, performer) sino al contrario: ser personaje es la verdadera obra de arte de Brian Warner, el hombre que se esconde detrás del maquillaje y los ojos bicolores de Manson. Un personaje sencillo, sí, pero creado con maestría.
Todo su arte debe considerarse como fuego de artificio. En la década de los 90, Manson tomó desprevenido al público de rock y a las buenas conciencias por igual. Se convirtió en el ídolo demoniaco del momento (desde que el rock es rock, la rebeldía se acompaña de escarceos satánicos) y el perseguido favorito de las asociaciones de padres de familia de todo el mundo. Hubo quien lo acusó de motivar suicidios adolescentes, tiroteos escolares y demás pesadillas estadounidenses.
Pero lo realmente importante es lo que veían sus seguidores: una artista que daba un gran show en el escenario, un renovador de las formas de los conciertos de rock. Fue el Lady Gaga de aquella década. De aquellos años gloriosos para acá, la carrera de Manson ha perdido brillo. Para mantenerse vigente ha explorado otras expresiones artísticas: ha participado en varios filmes como actor invitado, ha realizado algunas obras de videoarte y también, paradoja de vanguardia, ha cultivado el viejo arte de la acuarela.
The Path of Misery es la exposición de 30 acuarelas firmadas por Marilyn Manson que se expone en estos días en el Antiguo Colegio de San Ildefonso.
El título, muy acorde a la oscuridad del Manson performer, lo dice todo. Todas las acuarelas recuerdan las portadas de sus discos. Guiños de parodia, de escatología, de burla.
Trazos sencillos, colores alegres pero con una pátina lúgubre, como de parque de diversiones abandonado.
En sus pinturas, Manson parece burlarse de todo y de todos. Hay una sensación de distancia del pintor con su objeto. De nuevo el artificio, el personaje. De nuevo la sensación de que estamos frente a Marilyn Manson, no frente al, quizá ya muerto a fuerza de ocultarse tanto, Brian Warner.
Entre las obras que sobresalen está “Crop Failure”, obra que alguna vez fuera publicada por la revista Rolling Stone. En ella aparecen retratados dos adolescentes sonrientes. Sus caras pueden ser reconocidas para quien sea que se haya sentido impactado por los eventos en la preparatoria Columbine en 1999. Son los rostros de Dylan Klebold y Eric Harris, asesinos de 13 de sus compañeros de clases. El cuadro parece una caricatura.
Típico de Manson: ¿por qué no exorcizar los demonios con una gran carcajada?
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