Brian Warner y yo estuvimos en la misma clase en la escuela cristiana en Canton. Brian y yo rechazamos fuertemente la presión religiosa de nuestra educación. Él, por supuesto, se autonombra satanista. Yo he rechazado toda idea de Dios y Satán, primero siendo agnóstico y recientemente al convertirme en brujo-Kelsey Voss, Heritage Christian School, clase de 1987
Me gustaría preguntarle (a Manson), “¿Te influencié de alguna forma para que adoptaras este estilo de vida?” Sigo pensando, “Rayos, ¿acaso hice algo que debí haber hecho de otra forma?”-Carolyn Cole, ex directora, Heritage Christian School
El fin del mundo no llegó cuando supuestamente debió haber llegado.
Me lavaron el cerebro para creer, en los seminarios de cada viernes en la Heritage Christian School, que todas las señales estaban presentes. “Sabrán que la bestia se ha levantado de debajo del suelo, porque que se oirá en todas partes un gran rechinar de dientes,” advertía Ms. Price con voz seria y siniestra a las filas de muchachos agachados de sexto año. “Y toda la gente, hijos y padres por igual, sufrirán. Aquellos que no reciban la marca, el número de su nombre, serán decapitados ante sus familias y vecinos.” En esta parte, Ms. Price hacía una pausa, buscaba entre su colección de láminas del Apocalipsis y sostenía una ampliación de un código de barras –pero con el número de la parte inferior manipulado para que fuera 666. Así fue como supimos que el Apocalipsis estaba a la vuelta de la esquina: el código de barras era la marca de la bestia nombrada en La Revelación, según nos enseñaban, y las máquinas instaladas en los supermercados para leerlos eran usadas para controlar la mente de las personas. Pronto, nos advirtieron, este satánico código de precio remplazaría el dinero y todos tendría que tener la marca de la bestia en sus manos para poder comprar cualquier cosa“Si ustedes reniegan de Cristo,” continuaba Ms. Price, “y usan este tatuaje sobre su mano o frente, se les permitirá seguir con vida, pero habrán perdido” –y aquí mostraba una lámina mostrando a Jesús descendiendo del cielo- “la vida eterna.”
Para otros seminarios, tenía otra lámina con un recorte de periódico que detallaba el entonces reciente intento de asesinato de John Hinckley, Jr. contra Ronald Wilson Reagan. Mientras la sostenía leía de La Revelación 13: “El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia; porque es el número de hombre: y el número de ella es, seiscientos sesenta y seis.” El hecho de que había seis letras en el primer, segundo y tercer nombres de Reagan era un signo más de que esta era la hora final, de que el Anticristo ya se encontraba aquí en la Tierra y de que debíamos prepararnos para la llegada de Cristo y el Éxtasis. Mis maestros no explicaban todo esto como si fuera una opinión abierta a interpretación, sino como si fuera un hecho innegable ordenado por la Biblia. No necesitaban ninguna prueba; tenían fe. Y esto prácticamente los llenaba de júbilo en anticipación del Apocalipsis por venir, porque iban a ser salvados –muertos pero en el cielo y libres de sufrimiento.Fue entonces cuando empecé a tener pesadillas –pesadillas que aún hoy continúan. Estaba completamente aterrorizado por la idea del fin del mundo y el Anticristo. Así que me obsesioné con ella, viendo películas como The Exorcist y The Omen y leyendo libros proféticos como Centuries de Nostradamus, 1984 de George Orwell y la versión literaria de la película A Thief In The Night, la cual describía muy gráficamente como las personas eran decapitadas porque no tenían tatuado el 666 sobre sus frentes. Combinado con los discursos semanales en la escuela cristiana, todo esto hacía al Apocalipsis parecer tan real, tan tangible, tan cercano que yo era constantemente acechado por pesadillas y preocupaciones sobre lo que pasaría si yo descubriera quien era el Anticristo. ¿Arriesgaría mi vida para salvar a todos los demás? ¿Que tal si yo ya tenía la marca del Anticristo en alguna parte de mi cuerpo –debajo de mi cuero cabelludo o en mi trasero donde yo no podía verlo? ¿Que tal si el Anticristo era yo? Estaba lleno de miedo y confusión en una etapa en la cual, aún sin la influencia de la escuela cristiana, mi vida era un caos porque estaba pasando por la pubertad.Clara evidencia de esto es que a pesar de los atemorizantes seminarios de Ms. Price detallando el inminente destino del mundo, yo encontraba algo sexy en ella. Al mirarla presidir la clase como un gato siamés, con los labios apretados, el cabello perfectamente peinado, blusas de seda escondiendo un cuerpo tentador y su arrogante caminar, pude darme cuenta de que había algo vivo y humano y apasionado esperando salir de esa fachada cristiana.
de La Larga Huida del Infierno de Marilyn Manson