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miércoles, 14 de julio de 2010

Art Of Malice de John 5 Comentado por Rockaxis

A casi dos años de su último lanzamiento, John 5 (a.k.a. John Lowery) vuelve a sorprendernos con un regreso a las temáticas de canciones más cortas y “al grano” de sus dos primeras placas “Vertigo” (2004) y “Songs for Sanity” (2005), abandonando en cierto aspecto las composiciones más épicas y largas que adornaban al tremendo “The Devil Knows My Name” (2007) y a “Requiem” (2008), demostrando además una muy prolífica carrera como solista (cinco álbumes de estudio más uno de remezclas en siete años).

Enfocándonos en lo que nos convoca, John 5 (quien se acompaña nuevamente de Tommy Cufletos en la batería) vuelve a demostrar su valía como un verdadero prodigio de las seis cuerdas, haciendo magia con su Fender Telecaster, pero además complementando su virtuosismo con una gran dosis de melodías, riffs aplastantes y su confesado amor por el cine de terror. Describir la música de John 5 es difícil, debido a que tiene un estilo único, cuestión que en el mundo de los guitarristas y los discos instrumentales es (casi) imposible de encontrar. Al ser el estilo de John 5 bien ecléctico y variado, creo que para comentar esta placa lo más sencillo es separarla por sus diversas temáticas.

En primer lugar, nos encontramos con los cortes industriales y pesados (quizás lo que uno esperaría escuchar en un trabajo del guitarrista de Manson y Zombie) que se plasma (con una infartante dosis de riffs metaleros) en ‘The Nightmare Unravels’, que abre el disco de gran forma, ‘Ill Will Or Spite’ y ‘Wayne Country Killer’. También nos encontramos con la influencia del bluegrass, en donde John 5 ostenta una impecable técnica de chicken-picking, pareciendo el mejor discípulo de Steve Morse. En este sentido, temas como ‘J.W.’, ‘Steel Guitar Rag’ y la zeppeliana ‘The Last Page Turned’ –gran manera de cerrar el disco– nos presentan una demostración de equilibrio y tonalidad.
Pero también encontramos influencias de rock clásico. Así, John 5 se da mañana para rendirle un homenaje a su héroe Ace Frehley, realizando un fiel cover de ‘Fractured Mirror’, el último tema de la placa solista del ex Kiss de 1978–. En la misma veta está ‘Ya Dig’, con toda la influencia de Van Halen (y en donde Billy Sheehan se hace cargo del bajo). Por último, la melodía y sentimiento de temas como ‘The Art Of Malice’ (con un cameo a Bach en su comienzo), la tremenda ‘Can I Live Again’ y ‘The S-Lot’ ponen, de manera definitiva, a este talentoso guitarrista un peldaño más arriba de la mayoría de sus pares. Lo mejor de todo, es que todas las influencias van entrelazadas en el álbum, no habiendo nunca dos cortes de la misma temática juntos, por lo que “The Art of Malice” es, además, equilibrado y balanceado en sus 45 minutos de duración.

En fin, las múltiples influencias, estilo y cantidad de artistas con los que ha colaborado , y de quienes ha aprendido, convierten a John 5 en un artista con capacidad para sorprender con cada lanzamiento (lo que no solo se relaciona con el distinto maquillaje que usa en cada uno, otra reminiscencia de su amor por Kiss) y dejarnos a todos los fans satisfechos por la cantidad de potentes y machacantes riffs, sonido demoledor, control, técnica y versatilidad que te dejan escuchando este disco una y otra vez.

Hace tiempo que John 5 ha inscrito su nombre con letras doradas en el planeta del rock and roll y su arte es apreciado y comentado cada vez más, tanto en los círculos “guitarreros” como en la comunidad rockera general… ¿será que el arte de la maldad llegó para quedarse?

Gustavo Serrano Ferrer


lunes, 21 de junio de 2010

El Factor Dios por Jose Saramago [1922 - 2010]

Este viernes, coincidiendo con el anuncio de las autoridades educativas de Costa Rica de que el Quijote dejaría de ser lectura escolar, murió José Saramago, el escritor portugués que publicó la inmensa mayoría de su obra pasados los 60 años. Enfrentado a la metafísica edad de la cercanía de la muerte, este ensayo resume su pensamiento sobre las cosas trascendentales. Saramago, según sus cercanos, dejó este mundo sereno y tranquilo, rodeado de su familia y amigos.

En algún lugar de la India. Una fila de piezas de artillería en posición. Atado a la boca de cada una de ellas hay un hombre. En primer plano de la fotografía, un oficial británico levanta la espada y va a dar orden de disparar. No disponemos de imágenes del efecto de los disparos, pero hasta la más obtusa de las imaginaciones podrá ‘ver’ cabezas y troncos dispersos por el campo de tiro, restos sanguinolentos, vísceras, miembros amputados.Los hombres eran rebeldes.
En algún lugar de Angola. Dos soldados portugueses levantan por los brazos a un negro que quizá no esté muerto, otro soldado empuña un machete y se prepara para separar la cabeza del cuerpo.

Esta es la primera fotografía. En la segunda, esta vez hay una segunda fotografía, la cabeza ya ha sido cortada, está clavada en un palo, y los soldados se ríen. El negro era un guerrillero.

En algún lugar de Israel. Mientras algunos soldados israelíes inmovilizan a un palestino, otro militar le parte a martillazos los huesos de la mano derecha. El palestino había tirado piedras.

Estados Unidos de América del Norte, ciudad de Nueva York. Dos aviones comerciales norteamericanos, secuestrados por terroristas relacionados con el integrismo islámico, se lanzan contra las torres del World Trade Center y las derriban. Por el mismo procedimiento un tercer avión causa daños enormes en el edificio del Pentágono, sede del poder bélico de Estados Unidos. Los muertos, enterrados entre los escombros, reducidos a migajas, volatilizados, se cuentan por millares.
Las fotografías de India, de Angola y de Israel nos lanzan el horror a la cara, las víctimas se nos muestran en el mismo momento de la tortura, de la agónica expectativa, de la muerte abyecta.

En Nueva York, todo pareció irreal al principio, un episodio repetido y sin novedad de una catástrofe cinematográfica más, realmente arrebatadora por el grado de ilusión conseguido por el técnico de efectos especiales, pero limpio de estertores, de chorros de sangre, de carnes aplastadas, de huesos triturados, de mierda.

El horror, escondido como un animal inmundo, esperó a que saliésemos de la estupefacción para saltarnos a la garganta. El horror dijo por primera vez ‘aquí estoy’ cuando aquellas personas se lanzaron al vacío como si acabasen de escoger una muerte que fuese suya. Ahora, el horror aparecerá a cada instante al remover una piedra, un trozo de pared, una chapa de aluminio retorcida, y será una cabeza irreconocible, un brazo, una pierna, un abdomen deshecho, un tórax aplastado.

Pero hasta esto mismo es repetitivo y monótono, en cierto modo ya conocido por las imágenes que nos llegaron de aquella Ruanda- de-un-millón-de-muertos, de aquel Vietnam cocido a napalm, de aquellas ejecuciones en estadios llenos de gente, de aquellos linchamientos y apaleamientos, de aquellos soldados iraquíes sepultados vivos bajo toneladas de arena, de aquellas bombas atómicas que arrasaron y calcinaron Hiroshima y Nagasaki, de aquellos crematorios nazis vomitando cenizas, de aquellos camiones para retirar cadáveres como si se tratase de basura.

Siempre tendremos que morir de algo, pero ya se ha perdido la cuenta de los seres humanos muertos de las peores maneras que los humanos han sido capaces de inventar.

Una de ellas, la más criminal, la más absurda, la que más ofende a la simple razón, es aquella que, desde el principio de los tiempos y de las civilizaciones, manda matar en nombre de Dios.

Ya se ha dicho que las religiones, todas ellas, sin excepción, nunca han servido para aproximar y congraciar a los hombres; que, por el contrario, han sido y siguen siendo causa de sufrimientos inenarrables, de matanzas, de monstruosas violencias físicas y espirituales que constituyen uno de los más tenebrosos capítulos de la miserable historia humana.

Al menos en señal de respeto por la vida, deberíamos tener el valor de proclamar en todas las circunstancias esta verdad evidente y demostrable, pero la mayoría de los creyentes de cualquier religión no sólo fingen ignorarlo, sino que se yerguen iracundos e intolerantes contra aquellos para quienes Dios no es más que un nombre, nada más que un nombre, el nombre que, por miedo a morir, le pusimos un día y que vendría a dificultar nuestro paso a una humanización real.

A cambio nos prometía paraísos y nos amenazaba con infiernos, tan falsos los unos como los otros, insultos descarados a una inteligencia y a un sentido común que tanto trabajo nos costó conseguir.

Dice Nietzsche que todo estaría permitido si Dios no existiese, y yo respondo que precisamente por causa y en nombre de Dios es por lo que se ha permitido y justificado todo, principalmente lo peor, principalmente lo más horrendo y cruel.

Durante siglos, la Inquisición fue, también, como hoy los talibán, una organización terrorista dedicada a interpretar perversamente Links sagrados que deberían merecer el respeto de quien en ellos decía creer, un monstruoso connubio pactado entre la Religión y el Estado contra la libertad de conciencia y contra el más humano de los derechos: el derecho a decir no, el derecho a la herejía, el derecho a escoger otra cosa, que sólo eso es lo que la palabra herejía significa.
Y, con todo, Dios es inocente. Inocente como algo que no existe, que no ha existido ni existirá nunca, inocente de haber creado un universo entero para colocar en él seres capaces de cometer los mayores crímenes para luego justificarlos diciendo que son celebraciones de su poder y de su gloria, mientras los muertos se van acumulando, estos de las torres gemelas de Nueva York, y todos los demás que, en nombre de un Dios convertido en asesino por la voluntad y por la acción de los hombres, han cubierto e insisten en cubrir de terror y sangre las páginas de la Historia.

Los dioses, pienso yo, sólo existen en el cerebro humano, prosperan o se deterioran dentro del mismo universo que los ha inventado, pero el `factor Dios´, ese, está presente en la vida como si efectivamente fuese dueño y señor de ella.

No es un dios, sino el `factor Dios´ el que se exhibe en los billetes de dólar y se muestra en los carteles que piden para América (la de Estados Unidos, no la otra…) la bendición divina. Y fue en el `factor Dios´ en lo que se transformó el dios islámico que lanzó contra las torres del World Trade Center los aviones de la revuelta contra los desprecios y de la venganza contra las humillaciones.

Se dirá que un dios se dedicó a sembrar vientos y que otro dios responde ahora con tempestades. Es posible, y quizá sea cierto. Pero no han sido ellos, pobres dioses sin culpa, ha sido el `factor Dios´, ese que es terriblemente igual en todos los seres humanos donde quiera que estén y sea cual sea la religión que profesen, ese que ha intoxicado el pensamiento y abierto las puertas a las intolerancias más sórdidas, ese que no respeta sino aquello en lo que manda creer, el que después de presumir de haber hecho de la bestia un hombre acabó por hacer del hombre una bestia.

Al lector creyente (de cualquier creencia…) que haya conseguido soportar la repugnancia que probablemente le inspiren estas palabras, no le pido que se pase al ateísmo de quien las ha escrito. Simplemente le ruego que comprenda, con el sentimiento, si no puede ser con la razón, que, si hay Dios, hay un solo Dios, y que, en su relación con él, lo que menos importa es el nombre que le han enseñado a darle. Y que desconfíe del `factor Dios´. No le faltan enemigos al espíritu humano, mas ese es uno de los más pertinaces y corrosivos. Como ha quedado demostrado y desgraciadamente seguirá demostrándose.

jueves, 25 de marzo de 2010

Rockaxis Comenta Regreso de Marilyn Manson



En junio de 2007 la revista norteamericana Spin puso en su portada a Marilyn Manson con el pretexto de hablar del que era su más reciente lanzamiento discográfico, "Eat me, drink me". Junto con una fotografía del rostro de Manson, la presentación de aquella edición incluía la pregunta: "¿El último rockstar?". Recordando los locos años de Manson a finales de los noventas, evitaremos caer en cuestionamientos y tomaremos aquellas palabras como una certeza.
Bien sabido es que desde el mismo día en que MTV inició sus transmisiones, el rock cambió para siempre. Cambió su impacto, cambió la forma de transmitirse y cambiaron las prioridades de la industria. Lo que se mantuvo imperturbable fue su espíritu, el motor de su existencia: la rebeldía. El problema es que aquella rebeldía siguió siendo subterránea y. ante la necesidad de aprovechar la extensión del negocio, ningún artista se atrevió a desafiar a la sociedad vía el aprovechamiento de los canales de transmisión más amplios que la industria ponía a disposición.
El abuso del malentendido glamour durante los años ochentas, terminó por convertir a las estrellas de rock en caricaturas del mal gusto y los clichés más absurdos y adolescentes para una música que exigía ser tratada con más respeto. Ningún personaje era digno del Olimpo y daba la impresión de que todos habían olvidado la escuela de la provocación de John Lennon, el esquivo intelecto de Bob Dylan, el dorado magnetismo de Robert Plant, el escandaloso atractivo de David Bowie e incluso la monstruosa repulsión que sigue provocando un tipo tan feo y desgraciado como Johnny Rotten.
Tras la muerte de Cobain (quizás el último en incorporarse a este corral) a mediados de los noventa, quedó el terreno fértil para el nacimiento de un nuevo icono, con talento, fuerza y ganas suficientes como para llamar la atención de todo el planeta. Sólo hubo una persona que vio la oportunidad, la tomó y fue exitoso en ello. Y ese es Brian Wamer, mundialmente conocido como Marilyn Manson.

Y AHORA, QUÉ
La dramática falta de "provocadores" en el mainstream desde los ochentas en adelante (las auténticas excepciones, encabezadas por Ozzy, no son más que los dedos de una mano) terminó convirtiéndose en un arma de doble filo para Manson. Porque del mismo modo en que su monstruosa presencia no tuvo parangón en los años de los "Antichrist Superstar" y "Mechanical Animáis", una vez que sus discos dejaron de llamar la atención de todo el planeta, la música perdió importancia y comenzaron los juicios de valor única y exclusivamente sobre su personaje.
No deja de ser llamativo que hayan pasado más de 10 años desde la explosión de Manson. Entremedio pasaron "Holy Wood" (con el sensacional single The Disposable Teens', en el 2000), "The Golden Age ot Grotesque" (2003) y el más reciente "Eat Me, Drink Me" (2007). Así también se supo de exposiciones de arte, conflictos sentimentales e innumerables conflictos con las más variadas organizaciones estadounidenses.
No sería una imprudencia señalar que la carrera de Marilyn Manson ya está mayormente hecha. Es por lo mismo que surge la pregunta, obvia, que debería ser respondida en las próximas páginas: ¿es todavía Manson un personaje relevante? Fanatismos y prejuicios de lado, vayamos paso a paso.
En los años de carrera de Manson, existieron 2 personajes que marcan un antes y un después en su vida. Uno de ellos fue Trent Reznor, quien descubrió a la agrupación en 1993. Y posteriormente, entraría en escena otro nombre indispensable en la evolución del Brian Warner músico: su mano derecha, Twiggy Ramírez.

Marilyn y Twiggy
Separaron caminos en 2002. Esto cambió inmediatamente el sabor en la música de Manson. Y eso es lo primero que debiese dirigir nuestras miradas al muy esperado lanzamiento 2009 que trae de regreso el trabajo conjunto de la pareja, "The High End Of Low".
Es el mismo Manson quien reconoce que "en estos últimos 2 años me han pasado cosas muy positivas. Y seguramente, el hecho de volver con mi mejor amigo, Twiggy, es de las más importantes. El hacer un disco juntos, imagínate, no nos habíamos visto en 6 años".
¿Es tan determinante el regreso del más exitoso partner compositivo de Manson? Los 2 trabajos que Marilyn publicó sin él, fueron tibiamente recibidos por la crítica. Todo lo contrario ha ocurrido con los primeros tracks surgidos de "The High End oí Low" a la luz pública, los promocionales We're From America' y 'Arma-Goddamn-Motherfucking-Geddon'. Ésta última con un video que mágicamente actualiza al Antichrist ad portas de una nueva década, pese a que el mismo intérprete tiene claro que "no hay ninguna opción de que la toquen en la radio".
Reciclando las palabras de Manson estos últimos meses, su nueva unión con Twiggy "va a trapear el piso con todo lo que hemos hecho anteriormente. Habrá solos de guitarra y gritos muy brutales. No me considero un ser intrínsecamente malo, pero cuando la gente oiga este disco, van a percibir una sensación maligna. Como Johnny Cash. En sus mejores y más oscuros años".
La confianza que Manson gana con su brillante espadachín de vuelta le inyectó nueva juventud al Reverendo. "Sí, es verdad. Recuperé mi fuego. Este álbum me ha llevado a nuevos extremos. Incluso yo. Aunque no me crean, hice algo 'responsable’ y el año pasado me inscribí y fui a votar. Pese a ser muy político en mis letras y las cosas que he dicho, estoy contra los políticos. Con Obama fue la primera vez que me sentí atraído por un político", apunta con su habitual toque de gracia.
Es en el tema político donde podemos hacer un alto en el camino. Porque es a raíz de lo sucedida el año pasado, en la mediática elección presidencial gringa, que uno puede preguntarse si Manson sigue siendo relevante en estos tiempos. En años en que todos dispararon contra la administración de Bush y politizaron su discurso, se extrañó un mayor protagonismo (o de manera más escandalosa, podríamos decir también) de quien en 1999 fue culpado sin misericordia de la matanza de Columbine... una de las mayores tragedias que recuerde Estados Unidos, el país al que le encanta causar tragedias fuera de sus fronteras.
El punto es que. A diferencia de prácticamente lodos sus colegas. Manson cantó contra el sistema y apuntó lo mal que estaba la sociedad americana mucho antes de la última elección. Por más incendiaria que sea la letra de la nueva 'We're From America', líneas como "we're from America, it's where Jesus was born" (somos de América, es donde Jesús nació), "we don't believe in credibility, because we know we're fucking incredible" (no creemos en la credibilidad, porque sabemos que somos malditamente increíbles) o "wanna be a kiiíer with a gun so they call me a hero" (quiero ser un asesino con un arma para que me digan que soy un héroe) ya las habíamos visto antes, salidas de la boca del mismo Marilyn. Más que vigencia, eso habla de la importancia que ha tenido este auténtico personaje durante todos los años previos a este cuasi descalabro social previo a las elecciones. Manson el hijo más ingrato y odiado de EEUU, pero hay miles y miles que no pueden dejar de seguirlo.
Pero volvamos a la dupla Marilyn-Twiggy. Esta amistad que tantos frutos le otorgó a la banda, y que ha vuelto a mostrarse en buena forma.
"Hay un último factor determinante para que él haya vuelto conmigo". Díce Manson. "Tuve la fortuna de ir al show de reunión de Led Zeppelin. La gente sabe que yo nunca fui tan de ellos como lo soy de Bowie o de The Beatles. Pero aún así, ahí estaba yo, junto a Evan, mi novia. Y cuando comenzó a sonar 'Stairway to Heaven', miraba al escenario y veía a 2 tipos que se miraban a la cara y sentía esa conexión entre ellos que decía: 'la puta madre, escribimos 'Stairway to Heaven, ¿puedes creerlo?'. La canción más famosa del rock and roll. Entonces miré a Evan y a Tony Ciulla. (Su manager) y les dije: '¿saben qué? Quiero estar en un escenario y poder mirar a Twiggy a la cara para poder decirle '¡la puta madre, escribimos 'The Beautiful People'!'. Quería tener esa opción. Y esa imagen fue fundamental".
Continuando con esta historia, lo que quedaba era restablecer los lazos. Como el mismo vocalista narra, "decidí llamarlo y fue como: 'hey man, vuelve a la maldita banda'. Él me dijo: 'ok, lo haré. Pero tenernos que llevarla a otro nivel'. Yo sólo respondía: '¿crees que te habría llamado si no pensara lo mismo?'. Y así fue en realidad".
Ante la ausencia de Twiggy. El compañero de Manson el último tiempo había sido el bajista Tim Skold, quien abandonó el conjunto abruptamente a fines de 2007. Con Skold hizo "Eat Me, Drink Me", el álbum que concentra las penas de amor tras su divorcio. Más que un manifiesto artístico, aquello terminó convirtiéndose en una terapia de sanación para Manson. De la cual no se arrepiente.
Todo cambió ahora. Porque así como después de la publicación de su grandes éxitos en 2004, Manson perdió el vigor para mantenerse rodando en el planeta rock, la energía de su nueva música lo pone en inmejorable posición para reaventarse, otra vez, y así alcanzar a las nuevas generaciones.
Por eso aclara que "éste no es un disco que pueda tener una carátula negra, con un título homónimo y decir que es mi placa más madura. Creo que mi vida terminó y volvió a empezar. Son un montón de canciones que suenan muy terminales, pero a final de cuentas deja una sensación casi optimista... aunque esa es una palabra muy extraña para usar. Es como una resurrección".

CÓMO TERMINAR ARRIBA
Nadie quiere perderse este renovado sonido de Manson. Es que quienes recordamos cómo tenía de loco al mundo hace 10 anos, no podemos más que aplaudir la iniciativa de reencontrar aquella magia. No sólo ese sonido, ni ese nivel de controversia. Esa "magia". Algo que vuelva a desordenar este soporífero final de década.
Ajeno a las pretensiones de todos los grandes nombres que han adornado portadas estos meses en el hemisferio norte (Green Day, U2, incluso Dylan), Manson sigue viviendo en su propio mundo, desafiando a la industria a su manera, confiado en que sus talentos siguen intactos, contrariamente a quienes lo veían en franca decadencia.
Ajeno a las pretensiones de todos los grandes nombres que han adornado portadas estos meses en el hemisferio norte (Green Day, U2, incluso Dylan), Manson sigue viviendo en su propio mundo, desafiando a la industria a su manera, confiado en que sus talentos siguen intactos, contrariamente a quienes lo veían en franca decadencia.
"Este disco tiene mucho de revancha, de saldar deudas. No tiene nada que ver con lo que fue, por ejemplo, el enfoque en "Antichrist". He tenido que hacer entender a varios de mis amigos que éste sigue siendo el Manson loco, así como sigue siendo el Manson loco pero que también te hacía reír", confiesa Marilyn.
Así se explica la historia del primer single de "The High End of Low", por ejemplo. Hablamos de la ya mencionada 'Arma-Goddamn-Motherfucking-Geddon', que Manson confiesa haberla escrito sólo para irritar a su casa disquera. También destaca 'Into the Fire', que según Manson. "es sobre la inhabilidad para encontrar el amor, por lo que por lo general terminas destruyendo el amor que rodea a todo el resto de las personas. Es la historia de mi vida. Se supone que sería la última canción del disco". Se suponía. Pero no lo es.
"No lo fue, claro- Llegó el 4 de enero, estaba por llegar mi cumpleaños (40 años) y canté 75'. No tenía ningún texto para la canción y canté exactamente lo que se me ocurrió en ese instante. Fue concebida como ese tipo de canciones que suenan en el cine mientras aparecen los créditos y todo el mundo abandona la sala. Cuenta la historia de ese día. Es el tema más inusual que haya escuchado", remarca nuestro último rockstar.
Quizás sea ese "armado sobre la marcha" el que distancia de mayor manera a "The High End of Low" de todos los otros trabajos de Marilyn Manson. Porque en casi todos (empezando con "Antichrist" y "Mechanical") existía un extra que unificaba todas las composiciones. Los discos de MM no suelen ser una "colección de canciones", categoría donde sí podría entrar esta nueva entrega.
Aunque según el propio autor, esto no es tan así. Al menos, al interior de su cabeza. Porque así como se dijo que "Eat Me. Drink Me" mostraba su lado más "humano" (si ese calificativo sirve en su caso) y emocionalmente involucrado con su vida, "The High End of Low" sería en el que Manson más se ha guardado para sí mismo.
Anécdotas que respaldan esta teoría, sobran. Como que escribió todas las letras del disco en las paredes de su pieza; o que durante todo lo que duró la grabación del álbum estuvo concentrado en sacar un montón de fotos para que el arte de su lanzamiento pudiera representar a cabalidad todo lo que se vivió en la grabación.
Quizás es por eso que Marilyn ve este disco "como una película, seguramente porque yo la dirigí. Dejé de separar la vida real de lo no real. ¿Por qué no puede ser todo una gran película?". Una cinta que, seguramente, ninguno de nosotros podrá ver, pera que en la cabeza de su creador, es suficiente para justificar su sensación una vez concluido el proceso de grabación.
Pero siendo justos, Manson no se ha quedado corto a la hora de expresar sus ideas en determinado momento. Ahora, en cambio, su principal objetivo era completar el álbum, nada más. Es más, ha declarado que "las canciones aparecen en el orden en que fueron escritas y grabadas. Estaba escribiendo una historia que ni yo mismo sabía qué era, hasta que la terminamos. Este disco dejó muchas cicatrices".
Manson siempre dejó cicatrices. Los últimos rasguños que MM dio fueron a raíz del vacío que tenía para el puesto de guitarrista en la gira. El trabajo lo venía haciendo Wes Borland, quien decidió retornar a la banda que lo hizo popular y con la que tantas veces se peleó, Limp Bizkit.
A Manson esto no le cayó bien. No tanto por el odio que tenía hacia LB. Sino porque el mismo Borland había dicho que nunca volvería. "Si la razón es únicamente el dinero... Prefiero prenderme fuego en el p... que participar de algo que odio" declaró a Kerrang!, dejando en claro también que para Wes las puertas de su banda estarán por siempre cerradas.
Con 15 años tobando miradas y generando ilusiones, lo cierto es que a Marilyn Manson no le interesa abrirle la puerta a nadie que no esté a la altura de lo que él pretende mostrar. Ni siquiera al público. "Cuando hago un show o me voy de gira -dice Marilyn-, no armo mi set pensando en que eso inspirará a nuevas personas, sólo porque son canciones pegajosas. Ya no. Tocamos simplemente lo que creemos que hará más emocionante la experiencia y pueda tocarla vibra de todos los que están ahí".
Ahí está. Eso es precisamente lo que sigue haciendo interesante y atractivo a Marilyn Manson. A la banda y al personaje. Porque nunca hicieron concesiones y porque ahora, que la mesa estaba servida (Twiggy incluido) para aprovechar de inclinarse ante la Diosa Industria, tampoco las harán.
Porque cuando todos se burlaron y/o espantaron de su "satanismo" en "Antichrist", él respondió con "Mechanical Animáis", y cambió el traje de diablo por el de travestí, en un gesto que nadie entendió y en un disco que nadie valoró. Y a más de 10 años de aquella dupleta, nunca nadie fue capaz de repetir un disco tan glamoroso como ese.
Porque lúe de los que con más luria y valentía crucificó a su país natal y cuando todos tenían los ojos abiertos y comenzaron a seguir ese rumbo, él prefirió concentrarse en otras cosas. Y porque siguen apareciendo sabios que insisten en que "se le acabaron las ideas". Ante estas marejadas de oportunismo, Manson les pone punto final. Con el mismo desprecio de siempre. Por eso sigue siendo relevante. Porque no le importa.
Y porque no hay otro como él.
Fuente: Rockaxis y Final Beast.